domingo, febrero 3

Amor a primera vista. Parte I

Nubia era gordita, un poco gordita para una niña de nueve años tenía la piel blanca, ojos del color de la miel, cejas negras y pestañas del mismo color que hacían juego con su negro pelo que le caía hasta la cintura, era taciturna y bastante dócil, le gustaba salir en familia  sentarse en el cómodo butacón de su sala y pasarse horas viendo sus animes favoritos en la televisión degustando su poco convencional pero aún así deliciosa merienda, pan untado con un poco de mayonesa y para acompañar un poco de jugo de naranja o un refrigerio de su marca favorita, pero aquel domingo 23 de diciembre del año 2001 prefirió acompañar a su madre y hermano a un asado a la estaca, típico acontecimiento de los domingos en la capital de la ciudad en donde se reunían personas de todas las edades y géneros a compartir la tan valorada carne asada en grupo.
Nubia estaba sentada en la esquina más apartada de toda esa multitud ruidosa y hambrienta, observando por lo lejos a su madre y a su hermano pequeño Isaac, que no se despegaba de ella en ningún momento, llevaba puesto una camiseta de gasa blanca y unos shorts de jean a la altura de la rodilla y una sandalias de goma atadas al tobillo, su calzado favorito. Miraba como la gente devoraba la carne que dejaban asarse durante horas en aquella humareda fatigosa de humo y calor sofocante, reían, hacían comentarios acerca de lo deliciosa que estaba la carne asada y se lo ofrecían a todo aquel que se cruzaban en su frente, todos estaban como en una gran reunión familiar, lo único diferente era que si se reunían en aquel sitio era para comprar la carne asada que estaban ofreciendo y de paso compartirlo en grupo. Su madre estaba hablando con una amiga, quien decidió traerles un par de sillas para ella y su hermano Isaac, se sentaron y empezaron una amistosa charla que Nubia sabía bien, no terminaría hasta que no quedase ninguna persona en aquel sitio. 
Nubia sabía que si no iba con ellos, su madre no estaría tranquila y daría por terminado el paseo lo más pronto posible, y eso irritaría bastante a su bipolar hermanito Isaac, de cinco años, y Nubia no estaba dispuesta a correr ese riesgo, ya que al ser ella la mayor, siempre llevaría la carga culpable de todo lo que molestara o perturbara la tranquilidad del malito Isaac. Se sentó de manera más cómoda en aquella mustia silla blanquecina, recostó su espalda por la silla y apoyó la cara en una mano mientras balanceaba ambos pies en tranquila parsimonia, de pronto algo captó su sagaz atención, giró su cabeza a la derecha y vio a un niño de aproximadamente la misma edad que ella que se quejaba con cierta frustración en su tono de voz mientras arrastraba una silla a una distancia tolerable del de ella y se sentaba apoyando la cara en ambas manos y balanceando los pies de la misma forma que ella, el niño levantó la vista hacia el lado de Nubia y se miraron por menos de tres segundos, segundos que a Nubia le parecieron horas, las cuales le dieron el tiempo suficiente para analizar detenidamente sus facciones, tenía la piel blanca, labios carnosos, nariz gruesa a juego con su cara aredondada, ojos profundamente negros que estaban perfectamente enmarcados por gruesas y azabaches pestañas combinando con sus expresivas cejas, al terminar bajó la vista al suelo y volteó a mirar de vuelta hacia donde estaba su madre, quien continuaba apaciblemente su cálida conversación con su amiga. El desconocido niño volteó la vista hacia quien sabe donde y Nubia volvió a mirarlo, esta vez se detuvo a mirar como iba vestido, tenía una camiseta negra que debía de ser dos o tres talles más grandes que el, una bermudas del mismo color y un tenis también negro, subió la vista para mirar su pelo, el cual no tuvo tiempo de mirar, lo llevaba corto, y con cierto relieve en la parte delantera con una raya al costado derecho, era negro y lo dejaba muy varonil, pensó Nubia. Una palabra que no había utilizado nunca, hasta ese entonces. No hasta haber estudiado las perfectas facciones varoniles de aquel niño desconocido...
Continuará


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